¿Hay solo una perspectiva del tiempo?

Recuerdo cuando cursaba segundo año en la facultad de psicología en la Universidad Nacional de Córdoba. Mi profesor de neurofisiología y neuroanatomía, Adrián Bueno, se encontraba explicando imágenes del cerebro y sus diversas técnicas para visualizarlo. En ese momento estudiábamos los planos y cortes del cerebro, en tres dimensiones. A modo de chiste y sin esperar respuesta, a mitad de la clase hace una pregunta: ¿y cual es la cuarta dimensión en estas imágenes? El tiempo. El cerebro no es el mismo al nacer, que de adolescente, que luego de adulto o en la vejez; capaz incluso durante el transcurso de alguna enfermedad neurológica podemos considerar el deterioro/avance y estudiar su evolución en el tiempo. El tiempo es la cuarta dimensión.

Durante esta temporada de eclipses me encontré con muchas cuentas en línea relacionadas a la astronomía que publicaban que los eclipses no tienen relación con los signos zodiacales. Partiendo de estas afirmaciones, o negaciones, es que llamo a la reflexión en este texto. Cuestiono, ¿existe una sola forma de ver el cosmos? ¿Existe solo una perspectiva para entender el tiempo?

En la vastedad del universo, la astronomía y la astrología se presentan como dos lentes a través de los cuales observamos el firmamento. La astronomía, con su enfoque empírico y metódico, nos permite comprender los mecanismos celestes, tratando al tiempo como una secuencia lineal y mensurable. Los eclipses, desde esta perspectiva, son el resultado de interacciones gravitacionales predecibles, eventos que podemos calcular con asombrosa exactitud.

Por otro lado, la astrología ofrece una interpretación rica en matices del cosmos, donde el tiempo se convierte en un tejido de significados y simbolismos. Un tiempo completamente cualitativo, diferenciado del cuantitativo astronómico. Los signos zodiacales no son meras constelaciones; son arquetipos que reflejan las profundidades de la experiencia humana. Se ubican en la eclíptica: el aparente camino del Sol y los planetas alrededor de la Tierra, desde un foco geocentrista. En este contexto, los eclipses no son solo sombras que cruzan la Tierra, sino momentos de introspección y revelación.

El tiempo astronómico es un río que fluye sin cesar, llevándonos del pasado al futuro en una corriente ininterrumpida, tratando al tiempo como una entidad lineal y cronológica. Es un tiempo de relojes y calendarios, de ciclos orbitales y alineaciones planetarias. En cambio, el tiempo astrológico es un océano de ciclos que se entrelazan, donde cada ola, cada marea, resuena con los ritmos de la vida que reitera sobre sí mismo y trae experiencias similares con el correr de los años. Es un tiempo vivido, sentido y experimentado a través de los lentes de los doce signos, que nos hablan de nacimientos y crepúsculos, de siembras y cosechas. Es un tiempo que no sirve solo para medir, sino para describir. Así, es análogo al tiempo meteorológico en el que en una fecha, hora y lugar dados se describe la temperatura, el viento, la presión, entre otros.

La astrología, lejos de ser un conocimiento etéreo, se arraiga en la realidad tangible de nuestras vidas. Así como el clima influye en nuestro día a día, los tránsitos planetarios y los aspectos zodiacales tienen un impacto en el flujo y reflujo de nuestras emociones, decisiones y relaciones. Los signos zodiacales, con su llamado a la acción y al cambio, nos recuerdan que estamos en constante diálogo con el cosmos. Los signos cardinales —Aries, Cáncer, Libra y Capricornio— marcan los puntos de inflexión en este relato cósmico, señalando los cambios de estaciones y simbolizando nuevos comienzos. Ejemplificando en el hemisferio sur, el Sol al ingresar en Aries anuncia el otoño, en el ingreso a Cáncer el invierno, en Libra la primavera y en Capricornio el verano.

En este diálogo entre la astronomía y la astrología, los eclipses se convierten en puentes entre lo tangible y lo intangible, se convierten en espejos de nuestra propia naturaleza dual. Son a la vez fenómenos físicos y espirituales, puntos de encuentro entre la ciencia y el espíritu. Nos invitan a reconocer que, aunque el tiempo astronómico sigue su curso inalterable, el tiempo astrológico nos ofrece una oportunidad para reflexionar sobre nuestro lugar en el universo y sobre cómo los ciclos celestes se reflejan en los ciclos de nuestra propia existencia.

Reflexionar sobre la dualidad del tiempo es reconocer que el cosmos nos habla en un lenguaje que es tanto científico como simbólico. Mientras los astrónomos trazan mapas del cielo, los astrólogos interpretan las constelaciones como signos de un diálogo ancestral entre el cielo y la Tierra, un diálogo que continúa desplegándose con cada eclipse, con cada movimiento de los astros, recordándonos que somos parte de un todo mucho más grande y maravilloso. Reflexionar sobre estos conceptos y diferencias del tiempo es abrirse a la posibilidad de que el universo, en su infinita sabiduría, nos ofrece múltiples lenguajes para descifrar sus misterios.

Una respuesta a «¿Hay solo una perspectiva del tiempo?»

  1. Avatar de Ana
    Ana

    ¡Muy interesante esta reflexión sobre una mirada astronómica y una mirada astrológica del tiempo y los diálogos entre ambas!
    Creo que el tiempo se despliega en un espectro multifacético, en el cual cada disciplina ofrece una ventana particular para contemplar y analizar el cosmos.
    Sigo leyendo, saludos

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